domingo, 9 de noviembre de 2008
Representaciones Sociales
Acercamientos
Las representaciones en diferentes textualidades
La propuesta teórica
¿Qué decimos cuando decimos representación social?
Entre el mundo y el lenguaje hay un abismo. Las representaciones sociales constituyen, como todo proceso de significación, la sustitución de una ausencia.
Las representaciones sociales dan cuenta de una batalla perdida de antemano pero indispensable para darle un sentido a la vida: la que realiza cada grupo, cada comunidad humana para nombrar un mundo cuya misma nominación marca una distancia insalvable.
¿Qué decimos cuando decimos representación social?
Construyen ataduras entre los agentes sociales y el mundo y entre los agentes entre sí, dándoles una identidad individual y colectiva, permitiéndoles entender y justificar pero también negociar y luchar por el lugar que ocupan en la sociedad y en el mundo.
Se trata de identidades que se relacionan con el modo en que cada cual se representa, cómo los representan los otros y como se podrían representar.
Las identidades se construyen dentro del discurso y no fuera de él.
Representación e identidad
Las identidades y las imágenes que las representan se producen en ámbitos históricos e institucionales por lo cual emergen del juego de poder y, por ello, son más un producto de la identidad y la diferencia.
Entre una y otra se establecen diferentes formas de inclusión (inclusión subordinada, por ejemplo) que pueden llegar a la exclusión más absoluta que se traduce en la negación de la posibilidad de la vida.
La infancia es una representación social con una función identitaria
La infancia, la niñez, la minoridad, la pubertad, la adolescencia son imágenes identitarias construidas en ámbitos históricos y culturales específicos.
Remiten a posiciones y lugares de poder al entramarse con otras representaciones (de género, de clase, de raza, de etnia).
Están estrechamente relacionadas con las modalidades de reproducción de la hegemonía de turno.
Acerca de las representaciones y sus modos de funcionamiento
Las representaciones sociales proponen modos de ser, modos de percibir y modos de hacer en relación con esas identidades.
Su impacto sobre las prácticas en general y comunicativas en particular es directo ya que raya y regula el campo de interlocución.
Un campo de interlocución es un marco dentro del cual ciertos modos de identificación tienen muchas posibilidades de argumentar mientras otros tienen menos e inclusive, quedan excluidos. Esto da cuenta de la distribución desigual del poder.
Los medios y la lucha por el poder de la representación
En las sociedades poscapitalistas, los medios en general y la prensa en particular constituyen los escenarios ideales de la lucha por las representaciones sociales en la que se hacen evidentes los campos de interlocución.
De hecho, las producciones que circulan en los medios constituyen mediaciones privilegiadas en la producción de imaginarios que integran la experiencia cotidiana de los ciudadanos.
La publicidad, el periodismo, los contenidos de ficción y los reality en diferentes formatos y soportes focalizan la atención pública en ciertas narrativas de la realidad social.
Se trata de relatos que funcionan como explicaciones de lo real, en tanto entretejen, recirculan y reacentúan las representaciones sociales desde las lógicas del poder, configurando lo visible de la realidad, ese mapa que diseña el espacio de lo conocido, inclusive, funciona como matriz para la adquisición de nuevos conocimientos y posibilita actuar sobre el mundo.
Los medios y la lucha por el poder de la representación
Ej: Los relatos de la criminalidad y banalidad de la juventud.
Ej: La tensión entre las diferentes imágenes de ‘nación’, de ‘economía’, ‘sistema productivo’, ‘político’ y ‘representatividad política’ que circularon en los medios durante el lock out del campo.
Fundaciones
El término latino re-presentare significaba en latín /volver presente lo ausente/; a partir del cristianismo, significa /estar en lugar de/, definición que reubica el problema en el ámbito de la semiótica. Emile Durkheim propone el nombre de representación colectiva para aludir a la relación entre significación, realidad e imagen. Para Louis Marin representación social refiere esquemas de clasificación, de acciones y de juicios.
“ Las primeras categorías lógicas fueron categorías sociales; las primeras clases de cosas fueron clases de hombres en las cuales fueron integradas esas cosas”. Estas representaciones colectivas se transforman en matrices de prácticas constructivas del mundo social en sí: “aún las representaciones colectivas más elevadas no existen, no son verdaderamente tales sino en la medida en que ellas gobiernan los actos (Mauss y Durkheim).
Acerca de las representaciones y sus modos de funcionamiento
Las representaciones sociales dan testimonios de un saber de conocimiento sobre el mundo y de un saber de creencia, abarcador de un sistema de valores.
Cumplen un rol identitario constituyendo una mediación social que permite a los miembros de un grupo edificarse una conciencia de sí y una identidad colectiva que puede ser de género, de grupo, etárea, de clase, local, regional, nacional, entre otras.
Acerca de las representaciones y sus modos de funcionamiento
Desde esa posición, el agente actúa y siente o percibe de determinada manera, en respuesta a las ‘instrucciones’ implícitas en cada representación.
Más aún, en las interacciones discursivas, en el complejo, tensivo y contradictorio entramado de las imágenes de sí mismos y de los otros que los interlocutores textualizan en sus enunciados, se interpelan, se revisan y se resignifican las identidades individuales y sociales, las pertenencias y las exclusiones.
Las representaciones de la infancia en la publicidad dirigida a niños-consumidores
Organizan las identidades según orientaciones sexuales legitimadas (sexismo).
Predeterminan roles y formas de actuar esos roles (maternidad/paternidad) .
Las representaciones de la infancia en la publicidad dirigida a niños-consumidores
Se construyen en relación con otras representaciones con las que forman parte de las ideologías (roles relacionados, naturaleza, modos de interacción, capitalismo).
Implican, por lo tanto, un conjunto de valores jerarquizados de diferente tipo (éticos, estéticos, sobre todo) que refieren lugares sociales más o menos privilegiados.
El arte como práctica y discurso donde se transgreden representaciones instituidas (aumento de la informatividad)
Arte y transgresión
En la poética histórica se considera que hay dos tipos de arte. Un tipo de arte está orientado a los sistemas canónicos (arte ritualizado y arte de la estética de la identidad) y el otro, a la violación de los cánones, de las representaciones y a la transgresión de las normas prescriptas de antemano. En el segundo caso, los valores estéticos surgen no como el resultado del cumplimiento de una norma sino como consecuencia de su violación.
La gran paradoja es que el arte canónico conserva la informatividad porque respeta las reglas en una sola capa estructural. Hay épocas en que el acto de la creación artística se orienta al cumplimiento de las reglas y no a su violación. La tesis de Lotman es que en los dos casos se mantiene un alto grado de informatividad porque la complejidad única del texto artístico hace que la transgresión ocurra en alguna de las múltiples capas de estructuralidad que posee.
Arte y Representaciones Sociales
El texto artístico es un espacio privilegiado para entramar, reproducir y/o transgredir representaciones sociales de todo tipo. De allí que se haya utilizado desde siempre para reproducir ideologías religiosas y, más actualmente, para transgredirlas.
Alejandro Ahuerma – “La sangrada familia”
Rodrigo Castro – Sin Título III
Una representación funciona como un mecanismo traductor entre las prácticas y los discursos en tanto posee una facilidad notable para archivar y hacer circular con fluidez conceptos complejos cuya acentuación remite a sistemas de valores y a modelos de mundo de naturaleza ideológica.
Gran parte de la capacidad de síntesis se debe a su naturaleza parcialmente icónica, fruto de que –en algún momento de su circulación- se ha materializado por medio de este tipo de signos y, por lo tanto, su percepción, su reconocimiento y su significación son deudores de algún tipo de imagen que la refiere y con la cual se identifica.
Las versiones icónicas de las representaciones suelen tener una alta recurrencia, sobre todo en formaciones discursivas deudoras del paradigma de la modernidad, lo que colabora en su hipercodificación y posibilita su reconocimiento inmediato.
Ej.: Publicidad del muñeco que baila.
Se trata de cristalizaciones parciales, nunca absolutas, que se explican por una circulación más o menos sostenida no sólo en el momento de producción sino también a lo largo de un tiempo que puede ser tan extendido que sus marcas de origen no sean conscientes ni significativas para los usuarios contemporáneos.
Ej. Representación del ángel del hogar, de la mujer como princesa y adorno.
Cada una de las imágenes adosadas a la ‘antigua’ representación funciona a modo de mecanismo traductor de una formación discursiva a la otra, de un horizonte de referencias al otro.
Cada una de ellas se actualiza de acuerdo al tipo de discurso donde se entrama y a las ideologías circulantes en las formaciones discursivas implicadas.
Ej: La sangrada familia, de Ahuerma
De allí que las representaciones sociales posean un espesor semántico particular que resulta de su ‘larga vida’ en la memoria de una colectividad lo que dando cuenta de la vitalidad y de la complejidad del funcionamiento semiótico de los horizontes referenciales de cada grupo social.
Ej: Publicidades de las princesas.
Ej: La variable étnica
Representaciones de los indígenas argentinos
Desde la generación del ’80,
Se trataba de una operación ideológica según la cual las personas étnicamente marcadas fueron presionadas por el estado para desplazarse de sus categorías de origen a fin de identificarse con la representación del ciudadano: blanco, europeo, letrado, limpio.
Representaciones de los indígenas argentinos
La representación de
Sus rasgos más visibles: el uso del delantal blanco en la escuela, el servicio militar obligatorio, la prohibición de las lenguas indígenas y la restricción de los nombres de pila considerados extranjeros –los aborígenes entraban en esta categoría.
Se instauraba un campo de interlocución que invisibilizó la diversidad interna; se trataba de la construcción de un espacio social y simbólico en el cual los actores interactuaban y/o podían intervenir en él, en tanto poseían una identificación por él establecida: /blanco/, /letrado/, /trabajador/, /limpio/, cualidades ajenas a la representación histórica de los pueblos originarios.
Los indios habían sido tematizados en los primeros periódicos locales y nacionales desde los primeros años de la república.
Se los descalificaba y se los relacionaba con la barbarie o se denunciaba su explotación y su tráfico pero -en todos los casos- se hablaba sobre ellos, negándoles la posibilidad de transformarse en sujeto de su propio discurso.
Las estrategias para entramar estas imágenes en las prácticas escriturarias del país se naturalizaron, pasaron a formar parte de las rutinas periodísticas y, junto con las comunidades que referían, se volvieron invisibles.
Atravesando los tiempos de la historia, estrategias y representaciones son actualizadas por los medios en sus más diversos formatos y soportes sin excesivas variaciones.
El ejemplo más evidente fue el caso de la niña wichi, una pequeña perteneciente a la comunidad de Lapacho Mocho, que ocupó medios nacionales y locales a partir del 12 de octubre del 2006.
Se publicaron noticias, crónicas y cartas de lector en los diarios Página/12, Clarín,
El hecho poseía ribetes sensacionalistas los cuales, sumados a la efeméride, aumentaron su noticiabilidad: se trataba de un estupro casi incestuoso de una menor que había sido denunciado a la justicia por la madre de la víctima lo que terminó con la detención del culpable, un aborigen de 28 años.
Sin embargo, una vez producido el nacimiento de la criatura, fruto de la cuestionada relación, la comunidad entera –junto con la niña, su bebé y la abuela- se hicieron presentes en el Juzgado local para reclamar por la libertad del joven wichi, aduciendo que el proceso judicial no había tenido en cuenta pautas culturales, según las cuales, la niña ya gozaría de libertad sexual dentro de su comunidad.
Mientras
Sicólogos, pediatras, legisladores, juristas o antropólogos fueron entrevistados por los medios que transformaban sus palabras en citas de autoridad.
Nunca se publicaron las palabras de la niña y en un solo caso las de su madre, siempre mediadas.
Una de las integrantes del tribunal, la jueza María Cristina Garros, votó en disidencia y sostuvo que no puede declararse inaplicable la ley penal nacional por “los derechos derivados de su condición indígena y de su identidad cultural, a menos que no se confiera a estos últimos una condición de derechos universales absolutos”.
Y además, consideró que el acceso carnal a menores “de modo reiterado hasta alcanzar su embarazo, bajo la modalidad de supuestos consentimientos en virtud de relaciones matrimoniales aceptadas en ciertas comunidades indígenas, resulta objetivamente violatorio de los derechos a la integridad personal y a la dignidad del ser humano”, que no deben dejar de aplicarse a la niña “por la circunstancia de que víctima y procesado pertenecen a la comunidad wichí” (El Tribuno, 16 de octubre de 2006).
Según el antropólogo que realizó la pericia requerida por el tribunal judicial se trata de la práctica ancestral del sirviñacu, por la cual las niñas se consideraban mujeres con capacidad de elección y vida sexual libre a partir de la primera menstruación.
Desde este punto de vista, se trataba de una mujer adulta, sin importar la edad.
“La nena tenía entonces alrededor de 10 años, aunque no se sabe con exactitud su edad: según el DNI tenía 9, pero su madre, Teodora Tejerina, dice que la inscribió en el Registro Civil dos años después de su nacimiento y por tanto, tendría once (Página 12, 11 de octubre de 2007)”.
En los diferentes artículos periodísticos publicados a lo largo de dos años es recurrente la vacilación acerca de la edad exacta de la menor implicada –de 9 años, de entre 9 y 13 años, vacilación que los mismos medios intentan explicar aduciendo que en estos casos las edades no son un dato fehaciente por no realizarse una efectiva inscripción y documentación de los recién nacidos.
El espesor temporal de la representación del indio en un afuera de la cultura nacional, naturaliza el hecho de que nadie sepa a ciencia cierta la edad de la protagonista.
El 15 de octubre, El Tribuno realizó una entrevista a Octorina Zamora, ex-candidata a diputada provincial y dirigente de Honat Le Les (una comunidad wichí) .
La dirigente wichi declaró que si nosotros aceptamos que el abuso sexual es una pauta cultural, como dice
Resulta evidente el modo en que Octorina Zamora ‘corre’ la representación histórica del indio, colocando en su lugar la que responde a los mecanismos de autoidentificación.
El conflictivo contacto entre una y otra cultura agudiza las contradictoras representaciones que los medios le atribuyen a la joven madre y el rol que juega en su propia comunidad (víctima de violación y de estupro, niña inocente, madre soltera, joven aborigen en ejercicio de una sexualidad libre).
La vacilación pone en duda si su participación en las marchas de protesta y en las ‘sentadas’ frente al juzgado local responde a un compromiso con las costumbres ancestrales de su comunidad o a la urgente necesidad de asegurar el alimento diario al recién nacido.
Ello pone en evidencia el estatuto cultural e histórico de las representaciones de la infancia y de la adultez.
Síntesis
Una representación funciona como un mecanismo traductor entre las prácticas y los discursos en tanto posee una facilidad notable para archivar y hacer circular con fluidez conceptos complejos cuya acentuación remite a sistemas de valores y a modelos de mundo de naturaleza ideológica.
Gran parte de la capacidad de síntesis se debe a su naturaleza parcialmente icónica, fruto de que –en algún momento de su circulación- se ha materializado por medio de este tipo de signos y, por lo tanto, su percepción, su reconocimiento y su significación son deudores de algún tipo de imagen que la refiere y con la cual se identifica.
Se trata de cristalizaciones parciales, nunca absolutas, que se explican por una circulación más o menos sostenida no sólo en el momento de producción sino también a lo largo de un tiempo que puede ser tan extendido que sus marcas de origen no sean conscientes ni significativas para los usuarios contemporáneos.
De allí que las representaciones sociales posean un espesor semántico particular que resulta de su ‘larga vida’ en la memoria de una colectividad lo que dando cuenta de la vitalidad y de la complejidad del funcionamiento semiótico de los horizontes referenciales de cada grupo social.
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