Dialogar es arriesgar una palabra al encuentro no de una resonancia, sino de otra palabra, de la respuesta de otro. De ahí que para hacer una pregunta necesito asumir un pro-nombre (yo) al que responde otro (tú) y con-formar el nosotros que hace posible la comunicación. El diálogo se teje sobre un fondo de pronombres personales que tejen la textura de la intersubjetividad.
Mientras para el análisis el lenguaje es un sistema de signos, para el que habla el lenguaje es una mediación simbólica, una masa de signos puesta en el mundo para ejercer nuestra interrogación. La dialéctica habita las palabras yo-tú como eje en torno al cual se realiza el encuentro y la posesión, la convivencia y la organización. /…/
Es en la comunicación donde los hombres asumen su palabra. Dialogar es descubrir en la trama de nuestro propio ser la presencia de lazos sociales que nos sostienen. Es echar los cimientos a la posesión colectiva, comunitaria, del mundo. La palabra no es un mundo aparte sino que hace parte de la praxis del hombre: la justicia es el derecho a la palabra, pues es la posibilidad de ser sujeto en un mundo donde el lenguaje constituye el más expresivo lugar del nosotros.
Jesús Martín-Barbero
Una pregunta completa, una exclamación, una orden, un ruego: he aquí las formas más típicas de la enunciación de la vida cotidiana. Todas ellas, sobre todo la orden, el ruego- necesitan de un complemento y de un comienzo extraverbal. El tipo mismo de ejecución de estos pequeños géneros cotidianos está determinado por el impacto de la palabra con el ambiente extraverbal y por el impacto de la palabra con una palabra extraña –una palabra de otras personas.
Mijaíl Bajtín
jueves, 27 de marzo de 2008
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